¡Bienvenid@!

Tal vez usted es de aquellas personas que siendo niños -o aun de adulto- ha vivido en una familia de padres narcisistas [Ver más explicación]; o quizás es de aquellas personas que tiene o ha tenido en su vida (familia, trabajo, lugar de estudio, etc.) un encuentro o relación con un psicópata o un narcisista, un psicópata "compensado" o un sociópata violento [Ver más explicación]. Si usted intuye que es de alguna de aquellas personas, entonces ha llegado al lugar correcto.


Este blog le proveerá con información y links. Recolectaremos artículos que reflejan de mejor forma la historia y el estado del conocimiento de estos temas, así como material de investigación que esperamos sea útil en algunos asuntos que hasta ahora han permanecido en la oscuridad.


Este blog es la creación de un grupo de sobrevivientes, algunos de los cuales son profesionales en las áreas de la medicina, pero tenemos las intenciones de permanecer anónimos. No nos consideramos profesionales en psicología. Nuestra única intención es compartir nuestra investigación. Este blog no es acerca de nosotros, sino más bien, acerca de usted.


¿Es usted un sobreviviente de un encuentro o relación con un psicópata o narcisista? Está todavía esclavizado, comprometido en la lucha de vida o muerte?


Hay una salida.


Esperamos poder compartir con usted algunos de los secretos de escapar y sanar, de hacerse libres de esas características que hacen a los seres humanos normales víctimas ideales de personas con anomalías psicológicas que merodean nuestra sociedad; monstruos entre nosotros.


Una vez sabiendo lo que son, cuáles son sus debilidades y sus fortalezas, las técnicas que utilizan para paralizarle y drenarle de energía, una vez que sepa que no está loco/a y que sobre todo, no está solo/a, puede comenzar el proceso de vivir otra vez. ¡La mejor venganza es una vida buena y plenamente vivida!


Todo comienza con conocimiento; usted puede saber la Verdad, y la Verdad le hará libre.


http://psicopatia-narcisismo.blogspot.com/

NOTA IMPORTANTE: El equipo de este blog no necesariamente comparte ni promueve los puntos de vista y opiniones expresados en los artículos o comentarios publicados en este espacio. Nuestra única intención es compartir nuestra investigación y alentar a nuestros lectores a que también se informen acerca de los temas tratados, que lean sobre el tema en otras fuentes, y que busquen a un terapeuta si lo consideran necesario. Del mismo modo, nuestras opiniones no son más que eso, y rogamos no las tomen como un consejo profesional. Nada puede suplantarlo. Somos simples ciudadanos interesados en este tema, y no pretendemos tener todas las respuestas. Las estamos buscando, como muchos de ustedes. Para más información, los invitamos a leer Carta para nuestros lectores: próximos artículos


miércoles, 9 de junio de 2010

Confianza y Terapia

Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman
Narciso y Eco. El Sistema Narcisista Original
El Modelo de la Familia Narcisista - Capítulo VIII
La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento
Editorial: Jossey-Bass


La historia de Jenny. Jenny, atractiva e inteligente, es asistente legal, casada y madre de tres hijos adolescentes. Ingresó a terapia debido a que su atracción sexual hacia su segundo marido había menguado y temía hacer algo “estúpido” (como tener un amorío) para destruir la relación, tal como había sucedido en su primer matrimonio. Sentía que su vida había seguido un patrón de auto-destrucción, actos impulsivos y quería averiguar el motivo mientras tuviera la oportunidad de salvar su matrimonio.


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Capítulo 8. Confianza y Terapia.
El padre de Jenny era alcohólico y violento. Hombre militar de bajo rango, solía ausentarse por largos periodos de tiempo, y el dinero era extremadamente escaso. Había siete niños en la familia; la madre de Jenny sufría abuso, era pobre, agobiada y solitaria y “traía hombres a casa” durante las ausencias del padre. Jenny tiene recuerdos espantosos de su niñez sobre peleas entre sus padres estando ebrios e intentos de abuso por parte de su tío (el hermano adorado de su madre). Viendo a su tío como único soporte de su madre, Jenny no podía soportar contarle a su madre acerca del acoso y privar a su madre de su único aliado.

Desde sus primeros recuerdos, Jenny fue una niña ocupando el lugar de los padres y caracterizaba a su niñez como “estar siempre asustada; siempre tratando de ser invisible; tratando de ser una niña realmente buena para que nadie notara mi presencia y me dejaran sola”. Jenny por tanto fue criada en una familia abiertamente narcisista.

Recuerda una Navidad cuando tenía seis o siete años. Su padre vino a casa dos días antes de Navidad y por la mañana de la víspera, resueltamente, se fue con su hermano en busca de un árbol de Navidad. Los niños, por supuesto, estaban excitados con la perspectiva de tener un árbol, y pasaron el día con la preparación de sus adornos. El padre por fin apareció poco antes de la media noche, borracho, horroroso y sin árbol. Una terrible pelea se desató entre los padres. Jenny recuerda escabullirse en una esquina con su hermano menor, creyendo que si lo apretaba muy fuerte, de alguna manera se volverían invisibles, evitando así que la locura y crueldad del ambiente les alcanzaran. Estuvimos ahí toda la noche, recuerda, apretándolo siempre fuertemente “¡por mi vida estaba protegiéndolo, pero también lo estaba agarrando por mi vida!”

Al lidiar con sobrevivientes, la regla es que cuanto menos hayan recibido en términos de apoyo emocional, más temerosos están de perder lo poco que tienen. Por ejemplo, Jenny recuerda que cuando tenía doce años, un horrible y tenebroso hombre de las montañas Ozarks llegó a su casa para negociar con la madre a Jenny. Había estado visitando a parientes en el barrio y observado a Jenny; quería llevarla a casa como “esposa” para su hijo. Jenny recuerda el terror que sintió, escuchando a la madre hablar con ese extraño sucio, ignorante y de apariencia salvaje que había estado observándola morbosamente cada vez que salía de la casa. Se escondió en el baño con su oreja pegada a la puerta. Creyendo que su madre la vendería, sabiendo que tendría que suicidarse si lo hacia, y temiendo no poder hacerlo con la suficiente rapidez y eficacia. La madre de Jenny no la vendió, pero a pesar de sus protestas “que ni siquiera se me había pasado por la cabeza”, hasta la fecha Jenny seguía sintiendo como que muy poquito faltó para ser vendida. Aún viendo estas y otras tantas historias de horror, Jenny continuaba refiriéndose a su madre como “su mejor amiga”.

Ahora, siendo adulta, Jenny relata: “Dejo que la gente me pisotee. No puedo hacer nada al respecto. Aún si digo algo, nadie me escucha. No tengo amigos íntimos. Siempre hago algo para alejar a la gente…Decir que tengo un complejo de inferioridad es como decir que los ingresos de Donald Trump están apenas por encima del margen de pobreza, ni siquiera se acerca a la descripción de lo tremendo de la situación.”

Después de dos meses en terapia, Jenny llegó a una sesión visiblemente enojada. Dijo que su esposo había querido hacerle el amor, y ella había dado una excusa – una vez más. A pesar de sentirse herido y enfadado, le contestó que trataba de ser paciente con ella porque sabía que yo venía aquí (a terapia) para enderezar la situación y que sabía que me estaba esforzando a fondo y que estaba seguro que todo se arreglaría pronto. ¡Me siento tan hipócrita! No estoy hablando de nuestra vida sexual; ya no me importa nuestra vida sexual. No he tenido un orgasmo hace años. Sólo estoy aquí hablando de mi y mi pasado. Quiero decir…Sé que probablemente todo esté relacionado, ¿pero cómo?”

Confianza e Intimidad

En la versión de Ovid sobre el mito, Narciso repetidamente le dice a Echo que no lo toque. “¡Aparta tus manos, no me abraces!” (1) La historia de Jenny es representativa de la manera como funcionan las cosas en muchas familias narcisistas y porqué, en la vida adulta, estos sobrevivientes tienen tanta dificultad para mantener relaciones íntimas. La intimidad se basa en la confianza. Teniendo confianza, se puede estar abierto ante las personas, dejar de estar a la defensiva y comunicarse abiertamente. Sin confianza, hay un baile “acércate/aléjate”, una postura “te dejo entrar, pero no demasiado ni por mucho tiempo” que lleva a la frustración, la hostilidad y usualmente al fin de la relación.

Siempre hay excepciones, desde luego, como las(os) esposas(os) y amantes que se aguantan a pesar de todos los mensajes distorsionados porque creen que la relación puede funcionar. Sin embargo hay excepciones pero es extremadamente difícil permanecer en una relación con alguien criado en un sistema narcisista (especialmente en uno traumaticamente abusivo) sin ser negativamente afectado por él o ella. Es difícil, por supuesto, ser capaz de desligarse de los mensajes distorsionados, sin que el ego salga herido, al escuchar “es culpa tuya – tú me hiciste eso a mí – tú exiges demasiado” (o el contrario, “¡todo es culpa mía – nunca hago las cosas bien!”) una y otra y otra vez sin muestras de hacerse cargo. El patrón más usual de esta relación es que acabe de tal forma que la persona sana consiga salvarse, o que la persona sana se vea afectada y la relación se convierta en sobreviviente/condescendiente, pero el condescendiente asume al menos parte de la responsabilidad por la disfunción del sobreviviente. Sin los elementos esenciales de la confianza, la intimidad no puede surgir.

Y así llegamos al problema de la confianza: la confianza nunca aprendida, o des-aprendida.

El Ciclo

El ciclo de aprendizaje a no confiar funciona algo así para los niños de familias narcisistas:

Estoy dolido. No hay nadie ahí afuera que me cuida realmente. Cada vez que me permito tener sentimientos, salgo herido. No quiero sentir. No sentiré. No tengo sentimientos. Si no puedo sentir, no estoy. No estoy, pero puedo observar y adaptarme. Puedo perderme, y ser el que tenga que ser para sobrevivir. Entonces podré tener una relación. Tengo una relación, pero no puedo confiar en ella (tal vez me hiera), y no puedo confiar en mi (no estoy). Así que no puedo dejar que se acerque demasiado; tal vez descubra que no estoy. Para protegerme, entonces, a pesar de ansiarlo desesperadamente, no puedo tener una relación amistosa e íntima. Así que saboteo la relación. Pierdo mi relación. Esto es doloroso (y el ciclo se repite).

Ya que la intimidad masculina/femenina frecuentemente implica una relación sexual, el sexo se convierte a menudo en un problema. El tópico de la disfunción sexual se discute en el Capítulo Nueve.

La Separación

Una de las ironías de este paradigma es que la calidad que permite a los niños “separarse” de sus sentimientos y sobrevivir durante su niñez vacía es la misma calidad que hace su adultez tan dolorosa. Todos los humanos quieren y necesitan intimidad; la incapacidad de lograr una relación íntima es sentirse emocionalmente despojado.

Los adultos criados en familias narcisistas aprenden a separarse de sus sentimientos. La habilidad para desarrollar esta separación es un mecanismo de defensa que mantiene a muchos niños con vida. El enfrentarse con la realidad de la situación – el enfrentarse con los sentimientos de temor al abandono, a la soledad genuina sin nadie que los apoye – es invitar al suicidio infantil. Los niños pequeños se suicidan realmente; por consiguiente, esta separación tiene una función protectora muy real.

La forma más severa de despersonalización o separación se encuentra frecuentemente en sobrevivientes con abuso sexual y físico. Una consulta especializada en terapia de incesto y otras formas de asalto sexual infantil, tendrá un alto porcentaje de pacientes con el diagnóstico de desorden por estrés post-traumático (DEPT), desorden de la personalidad limítrofe, o desorden de personalidades múltiples (DPM) (2). La reintegración del componente de los sentimientos (emoción, espíritu, alma) de la persona con su cuerpo físico es una labor difícil y a largo plazo.

A pesar de estar ambos a favor de terapias a corto plazo (por razones éticas, prácticas y financieras), las víctimas de abuso sexual traumático suelen ser pacientes a largo plazo. Cuando estas personas se presentan a terapia, a menudo quieren saber, “¿Por cuánto tiempo? La respuesta que damos es ‘de dos a cinco años’”. Curiosamente, las mujeres suelen aceptar esta respuesta, mientras que los hombres quieren negociar. Así que lo reducimos a dieciocho meses, y a los dieciocho meses renegociamos. Se necesita de dos a cinco años o más, aunque para algunos pacientes, no es necesario atender a sesiones semanales. El trauma sistemático por largos periodos en la niñez produce una amplia gama de mecanismos de defensa que no se observa en otros pacientes o no con la misma profundidad e intensidad; estas víctimas de familias traumáticas abiertamente narcisistas, tal vez tengan que asistir a terapia de forma intermitente durante la mayor parte de sus vidas.

Mecanismos de defensa extremos en casos de abuso traumático

Como se indicó previamente, los niños de familias narcisistas son reflectivos/reactivos; esto es, reflejan las necesidades del sistema de sus padres, en vez de explorar las suyas y por tanto desarrollan un comportamiento que es reactivo en vez de proactivo. Cuando el sistema de sus padres incluye abuso en la modalidad de asalto (palizas severas, violación o tortura ritualizada) la reflexión/reacción se vuelve infinitamente más compleja. Ahora, en vez de sólo despersonalizarse (remover la parte que siente del cuerpo como defensa contra el dolor), la persona puede separarse y fragmentarse (los sentimientos de ira van ahí, los sentimientos afectuosos van a otro lado, los sentimientos de traición por allá, los sentimientos asesinos por debajo, etc.). En nuestra práctica vemos esta fragmentación – en ausencia de psicosis – como un mecanismo de defensa provocado por el abuso (3).

Los terapeutas están usando cada vez más el diagnóstico del desorden de personalidad múltiple con algunos de estos sobrevivientes (4). Creemos que existe el riesgo que este síntoma (la fragmentación) sea inadvertidamente alentado y reafirmado al tratarlo como un desorden en si y por si mismo, en vez de tratarlo como un mecanismo de defensa que funcionó durante la niñez pero que necesita ser abandonado ahora. (5) En nuestra consulta llegan muchos sobrevivientes con personalidades fragmentadas que podrían ser diagnosticados acertadamente como DPM, quienes de hecho temen padecer este desorden. Preferimos tratar a estas personas bajo el concepto del DSPT o desorden de la personalidad limítrofe.

Como saben todos los terapeutas expertos, se considera como normal cierto grado de variación en la personalidad. En personas funcionales llamamos a esto socialización y la etiquetamos como habilidad, no como una categoría de diagnóstico. Cuando el mecanismo de defensa es más dramático – cuando las personalidades van y vienen varias veces en el transcurso de una hora - y cuando el terapeuta está encerrado en un cuarto, solo, con este tipo de persona, puede llegar a ser espantoso, especialmente si el terapeuta no tiene experiencia. La tendencia del terapeuta será la de tratar al síntoma más de lo necesario. Sabemos, por ejemplo, que no debemos hablar de comida con un anoréxico; en su lugar, hablamos de peso (6). El hablar de comida es provocar un comportamiento defensivo y reafirmar el síntoma. En nuestra perspectiva, también puede ser así con personalidades fragmentadas – el atender a ese síntoma desproporcionadamente es reafirmarlo. Los sobrevivientes de abuso traumático son a menudo personas con poco sentido de si y como tal son altamente sugestionables. Se pueden presentar con todo tipo de creencias místicas y síntomas extraños. En terapia, el mecanismo de defensa de disociación desarrollado en la niñez fácilmente se convierte en DPM.

La historia de Keith. Keith se auto-describe como drogadicto en recuperación y gran bebedor, es un hombre apuesto y atlético acercándose a los cuarenta, soltero sin hijos. Inició terapia con desconfianza extrema, pero estaba desesperadamente temeroso de que se estuviera volviendo loco y terminara suicidándose. Aún a pesar de ser miserablemente infeliz en todas las áreas de su vida, de que estuviera totalmente aislado e incapaz de pensar en una razón para seguir viviendo, no quería cometer suicidio.

Keith provenía de una familia económicamente privilegiada. Ambos padres ostentaban grados académicos avanzados: su padre era una persona de tal renombre que hasta alcanzó el rango de celebridad en su campo de trabajo; y mientras su madre era una persona con una prominencia profesional en su propio campo, solamente trabajaba a media jornada para estar en casa con los niños. Keith y sus cuatro hermanos vivían lo que parecía el sueño Americano – padres famosos, hijos bien parecidos, solvencia económica, educación privada, una familia enternecedora que pasaba mucho tiempo juntos, vacaciones familiares, el “paquete” completo.

A pesar de ello, todos los niños de esta familia “perfecta” se involucraron con drogas desde su temprana adolescencia hasta su adultez. Ninguno se graduó en la universidad. Dos de ellos habían estado casados brevemente (por menos de dieciocho meses) y luego se habían divorciado. Cuando Keith inició terapia, sólo uno de los cinco tenía una relación. Los cuatro niños que eran heterosexuales estaban solos; el quinto había estado viviendo como homosexual por una década pero recientemente decidió que en realidad era bisexual y ahora estaba viviendo con una mujer.

Keith creía que se estaba volviendo loco porque sentía “presencias” en su casa, pero ahí no había nadie (vivía solo). Tenía horribles pesadillas de las cuales se despertaba gritando, con las sabanas empapadas de sudor, pero no podía recordarlas después. Dormía con las luces encendidas cuando lograba conciliar el sueño; bebía copiosamente antes de acostarse para poder relajarse lo suficiente para dormir. Sentía que era virtualmente invisible para los demás, aunque sentía que se burlaban de él. Se describía a si como “teniendo diferentes personalidades”: “Soy un bastardo rudo y malo; nadie me puede siquiera dirigir la palabra en el trabajo. ¡La gente que me conoce cambia de acera cuando me ven venir, de veras!”

Y así es su apariencia también: ojos rajados, casi reptilianos en su negrura; postura corporal tensa y agresiva; manos ya sea agarrando los brazos de la silla o empuñadas. Durante las sesiones, sus fantasías, el contenido de sus sueños y pensamientos eran brutales y espantosos. Cuando su personalidad “obscura” se manifestaba en terapia, la situación se volvía complicada y extenuante para el terapeuta.

Por razones distintas, también resultaba problemático cuando surgía el lado opuesto del lado “obscuro”. Esta personalidad era tan pasiva que era una tortura provocar cualquier reacción que no fuese rechazo. Se describía a sí como: “Soy un débil, un cobarde. La gente me pisotea. No puedo siquiera controlar los nervios al saludar a una mujer que veo todos los días en el camino al trabajo”. En estos momentos, Keith parecía pequeño y débil; se sentaba encorvado, protegiendo las manos en su regazo. Su voz y postura gritaban “víctima”. A pesar que Keith manifestaba un número de personas diferentes, estas dos eran las más prevalecientes. A menudo se intercambiaban la una con la otra durante las sesiones.

Este no era el primer terapeuta de Keith. Anteriormente visitó a otro que lo atendió por dos sesiones; aquel terapeuta recomendó a Keith al terapeuta actual con el comentario: “¡No sé qué está sucediendo aquí – tal vez abuso sexual- pero definitivamente está fuera de mi área de competencia!” Los instintos del primer terapeuta estaban en lo cierto. A medida que la terapia iba progresando, se reveló que Keith y sus hermanos provenían de una familia profundamente narcisista donde habían sido abusados sexualmente por ambos padres, prostituidos a amigos y colegas, y también ritualmente abusados. Ninguno de ellos tenía recuerdo del abuso previo.

Tres semanas después de haber empezado la terapia (y Alcohólicos Anónimos), Keith comenzó a recordar sus sueños y, por sugerencia de su terapeuta, los iba anotando en un diario de sueños. Cuatro meses después comenzó a tener recuerdos fugaces. Al año de haber comenzado la terapia recibió una llamada de su hermana, quien también había empezado la terapia: su terapeuta le había preguntado si había sido abusada sexualmente, y respondió “si” pero sin saber porque. ¿Acaso tenía él algún recuerdo? Tres años después, cuatro de los cinco hermanos asistían a sesiones de terapia durante las que extrajeron muchos recuerdos sobre abusos de violación. No compartieron sus memorias, pero al menos convalidaron el hecho de que todos sufrieron abusos infantiles.

Keith comenzó a entender porqué su personalidad se había fragmentado e inició un “diario de sentimientos” para ayudarlo a identificar lo que estaba sintiendo y cómo expresaba esos sentimientos. Después de cinco años de terapia, el aspecto y comportamiento de Keith son “normales”. Lleva una vida productiva y está involucrado en actividades saludables que le proporcionan placer. No siempre se siente normal (lo que sea que eso signifique), pero se siente mejor de lo que se ha sentido nunca. Dejó el alcohol y las drogas y se esfuerza en ampliar el tipo de personas con quien relacionarse aparte de sus reuniones de AA y de SA y está desarrollando una vida social más satisfactoria. Su personalidad está integrada, está libre de fantasías escalofriantes sobre presencias malévolas y tiene pocas pesadillas.

Algunos terapeutas habrían puesto nombres a las personalidades de Keith, se hubieran dirigidos a ellas por sus distintos nombres, anclándolas aún más profundamente. Esto no quiere decir que el desorden de personalidad múltiple no sea una categoría de diagnóstico válido. Más bien aconsejamos a los terapeutas que sean precavidos a la hora de tratar estos sobrevivientes: no se precipiten a favor de un método de tratamiento que encapsule a los sentimientos de pacientes para evitar que el síntoma se solidifique y reafirme aún más.

Uso del Modelo de Familia Narcisista con Sobrevivientes de Abuso Sexual e Incesto por parte de Tutores o Protectores.

Las personas que han sido víctimas de abuso traumático, especialmente por parte del tutor o protector, se sienten particularmente avergonzadas. El daño inflingido por la persona que supuestamente debía de protegerlos y nutrirlos es especialmente dañino. La persona sobre la que el niño se volcaría normalmente para obtener consuelo cuando está dolido es la que causa el dolor. Por este motivo clasificamos ahora al abuso sexual por el clero como incesto: la familia le asigna al sacerdote (o monja, ministro, etc.) el papel de padre, además del apelativo común “padre” (refiriéndose también a hermana, hermano, etc.). Y la función de estas personas como protectoras espirituales y representantes de Dios, las separa de todas las demás gentes por orden de importancia/validez durante su niñez, excepto de los padres o protectores o tutores primarios. Los adultos que fueron agredidos por miembros del clero, ya sea de niño o adulto, tienden a imputarse el mismo grado de responsabilidad como víctima que aquellos importunados por sus padres.

Definir el abuso en término de “modelo de familia narcisista” puede ayudar a los pacientes a sentirse menos estigmatizados. Puede ayudarles a ver que en su familia de origen, sea cual sea la razón, (1) las necesidades y sentimientos de los niños no eran parte del enfoque primario, (2) que el sistema operativo en vigor propició que experimentaran dificultades a largo plazo, y (3) que una de las cosas que les puede suceder como niños criados en estos sistemas es el abuso sexual.

Volver a enmarcar el abuso resulta beneficioso. Sirve para cuantificarlo, considerarlo parte de una visión más amplia y conseguir que estos pacientes se sientan menos diferentes de los demás. Los sentimientos de aislamiento, singularidad y poca valía experimentados por personas víctimas de incesto presentan serios problemas durante la terapia; como uno de los pacientes dijo, “Siento como si tuviera un gran “yo” tatuado en la frente”. Re-enmarcar el abuso no lo minimiza, pero permite a los pacientes sentirse “parte de” en vez de “separados de”, y amplía el enfoque sobre lo que la persona hizo o no hizo dentro del sistema narcisista en si.

El rol del terapeuta

Un factor auto-identificado por Keith durante su recuperación fue su capacidad de confiar en su terapeuta: “Usted es la primera persona en la que permito confiarme (desde la niñez)…Usted me dijo que no estaba loco. Usted me dio esperanza”. Aprender a no confiar es doloroso pero es un mecanismo de defensa altamente funcional. Es difícil liberarse de un mecanismo que te ha ayudado a mantenerte con vida. A partir de entonces, aprender (o re-aprender) a confiar en la adultez conforma la primera tarea del sobreviviente durante la terapia. Si hay una persona capacitada para enseñar a un sobreviviente a confiar es el terapeuta.

Probablemente las funciones más importantes que el terapeuta desempeña con los sobrevivientes son las siguientes:

• Proveer aprobación y apoyo constante (a la persona, no necesariamente a las acciones).
• Modelar una comunicación abierta, adulta y sin prejuicios (incluyendo el “yo siento…yo quiero”)
• Proveer un foro de discusión educacional sobre opciones y consecuencias.
• Establecer parámetros de lo normal versus anormal, o saludable versus perjudicial, para que el sobreviviente tenga algunos ejemplos sobre los que apoyarse y evaluar experiencias, juicios y acciones pasadas y presentes.
• Ser digno de confianza: atender llamadas, llegar en hora a citas, actuar de manera profesional y consistente.

Paciente con personalidad limítrofe

Las familias narcisistas a menudo modelan pacientes con el desorden de la personalidad limítrofe. Más del 20 por ciento de nuestra consulta se compone de pacientes con personalidades limítrofes, lo cual es un porcentaje superior al promedio de la totalidad de los casos (7). Otros terapeutas que lidian con un alto porcentaje de pacientes criados en familias narcisistas probablemente tengan un alto porcentaje de pacientes limítrofes también. Como la mayoría de los terapeutas sabe, trabajar incluso con un solo paciente limítrofe es extremadamente extenuante; si el terapeuta atiende simultáneamente a varias personas así, es una invitación al agotamiento. Por este motivo, establecer los parámetros (listados arriba en “El papel del terapeuta”) resulta particularmente importante y difícil; cuando la confianza es un asunto tan delicado, la tendencia del paciente a poner a prueba al terapeuta de forma reiterativa es obvia.

Directrices terapéuticas

Sin embargo, cuando un paciente tiene una personalidad limítrofe, exagera su propensión a poner a pruebas la experiencia, disponibilidad y entrega del terapeuta. Por lo tanto resulta esencial que el terapeuta hable abiertamente del acuerdo contractual al tratar con estos pacientes. Esto incluye referencias claras y asertivas sobre:

• Acuerdos de pago
• Número, duración y frecuencia de sesiones;
• Contacto telefónico
• Disponibilidad en emergencias
• Agenda de vacaciones y
• Sustitución de otro terapeuta fuera de horarios

Ya que estos pacientes tienden a ser personas “todo-o-nada”, tienen poca habilidad para establecer límites y tal vez se sientan profundamente resentidos por los intentos del terapeuta de imponer límites en su relación terapéutica. En todo caso, el terapeuta debe fomentar la expresión y convalidación de los sentimientos de frustración, ira, resentimiento y miedo, insistiendo al mismo tiempo en que se sigua respetando los límites establecidos por el contrato paciente/terapeuta.

Adoptar un comportamiento que establezca límites de forma apropiada constituye un reto constante para el terapeuta. También es una de las contribuciones a largo plazo más valiosas que se le puede aportar al paciente, ya que gracias a la seguridad en la que se basa la relación terapéutica, el paciente puede aprender acerca de la confianza, establecimiento apropiado de límites, comunicación adulta respetuosa y lo que razonablemente puede esperar de otra persona en términos de satisfacción de sus propias necesidades.

Transferencia

La transferencia es siempre un asunto complicado al tratar pacientes que han sido abusados sexualmente. Estos pacientes suelen ser seductores en el sentido literal y también porque, más que otros pacientes, pueden encasillar al terapeuta como siendo “la única persona que puede salvarme”. Aunque es un sinsentido (hay muchos terapeutas competentes), puede resultar adulador y atractivo.

Por consiguiente es especialmente importante que el terapeuta se comporte de una manera que no invite a fantasías sobre “una relación especial” entre paciente y terapeuta. Hay que tomar muy en serio el asunto de seguridad, tanto por el bien del paciente como del terapeuta. Obviamente, el contacto social o sexual está prohibido por estándares éticos, de sentido común y cada vez más por la ley. Sin embargo, hay cosas más sutiles que presentan dificultades para los pacientes como por ejemplo recibir mensajes confusos que causen ansiedad.

Aunque la mayoría de los terapeutas ejercen el sentido común en la relación ética y legal, existen otros comportamientos más sutiles que pueden causar problemas en la relación terapéutica. Ya que ambos gastamos un tiempo considerable en la supervisión, somos conscientes que algunos de estos comportamientos problemáticos potenciales no son tratados adecuadamente en muchos de los programas de formación clínica, tanto en internados como en aulas. Con ese motivo los hemos incluidos aquí como consideraciones válidas para el tratamiento de adultos criados en sistemas narcisistas, pero especialmente en los casos de sobrevivientes del abuso traumático.

1. No reciba pacientes cuando se encuentre solo en la oficina. Puede asustar al paciente en cuanto a su seguridad personal, o puede motivar al paciente a tener fantasías sobre una relación sexual o “especial” con el terapeuta. También implica cierto riesgo para el terapeuta. Si un paciente enojado o confundido presentara cargos de conducta sexual inapropiada, resultaría más difícil para el terapeuta refutar tales acusaciones no habiendo testigos a su alrededor y en caso de que el paciente se volviese extremadamente perturbado o amenazante durante la sesión, no habría nadie que pudiera prestar ayuda.

2. No toque al paciente – nunca – sin pedir su permiso; ello incluye dar la mano. Los adultos criados en familias narcisistas tienen dificultad para establecer límites personales. Podrían tener dificultad en expresar que no desean ser tocados, lo que no significa que ello no los asuste, que el terapeuta tal vez busque contacto sexual o que se sientan agredidos por cualquiera contacto físico. Una de las cosas que el terapeuta puede hacer por el sobreviviente es estableces la pauta que el paciente es dueño de su propio cuerpo y que tiene todo el derecho en dictar quién, cuando y como puede ser tocado.

3. Sea cauteloso al abrazar al paciente, aún si se lo pide. Algunos terapeutas tienen tacto suficiente como para saber cuándo y cómo abrazar a los pacientes para que sea apropiado, no-sexual y beneficioso. La mayoría de los terapeutas sin embargo, no lo tienen. Vayan siempre en dirección a lo más seguro, tanto para el terapeuta como para el paciente; en caso de duda, no lo haga. Hay menos daño hecho siguiendo la norma tradicional de evitar el contacto físico con el paciente que al hacer un contacto inapropiado.

Existen aquí medidas de seguridad que se aplican tanto a los pacientes como a los terapeutas. En nuestra consulta, algunos de nosotros nos gusta abrazar, pero a la mayoría no. El abrazo puede fácilmente estimular fantasías de contacto sexual o inicio de una “relación especial”. Así mismo, el hecho que el paciente haya querido ser abrazado una vez no quiere decir que no se sobrepasará su límite la siguiente vez que sea abrazado. Ese “siguiente abrazo” puede ser desaprobado, o percibido como invasor o amenazador, así que dar un abrazo al “final de cada sesión” o “cuando el paciente llora” o cuando se presente cualquier tipo de ritual puede presentar problemas para el paciente.

Puede también presentar problemas para el terapeuta. En terapia, un exceso de involucramiento puede ocurrir fácilmente y cuando ocurre el contacto físico entre el paciente y el terapeuta – de cualquier forma – pueden presentarse problemas para el terapeuta. Lo mismo que los pacientes fantasean sobre una relación “especial” con su terapeuta, lo contrario también es cierto. Nadie puede salir beneficiado si el terapeuta se involucra emocionalmente con el paciente; si el contacto físico facilita un enredo emocional, debe de parar.

Cómo debe cuidarse el terapeuta

Existen un número de artículos y libros en desarrollo que tratan el tema del agotamiento y cuidado del terapeuta (vea la bibliografía). Recomendamos vivamente a los terapeutas que atienden a sobrevivientes de familias narcisistas abusivas que dispongan de estas y demás fuentes. En nuestra experiencia, los terapeutas no se cuidan apropiadamente de si mismos. Si realizan sesiones privadas, no programan horarios razonables para comidas y descanso. Programan el horario para sus pacientes, y a menudo para sus esposas/os e hijos, pero rara vez para ellos mismos, para estar solos, meditar y estar en tranquilo.

Es importante recordar que una de las funciones críticas que los terapeutas realizan es modelar las habilidades que quieren que aprendan sus pacientes. En parte, ayudar a los pacientes a confiar en si mismos se aprende confiando de forma progresiva en su terapeuta y en su habilidad de cuidarse a si mismo. Recientemente, uno de nosotros tuvo que cancelar una sesión de terapia de grupo debido a enfermedad.

Cuando el grupo se reunió la siguiente semana, varios miembros (todos de familias narcisistas) comentaron cuán contentos estaban por la cancelación. Personalmente estaban decepcionados que no hubiese reunión de grupo pero sintieron que el terapeuta estaba demostrando que se cuidaba a si mismo, una habilidad que trataban de aprender. “Médicos, sánense” es un consejo importante para todos los terapeutas.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ojala todos los terapeutas ejercieran su función como tal y fueran honestos con sus pacientes. aunque claro, como en todos los campos, no se pueden pedir peras al olmo.

Anónimo dijo...

Es cierto. No he conocido aún un psicólogo que diga que el tiempo de la terapia ha llegado a su fin o que tal problema no está capacitado para atenderlo. Ciertos psicólogos pueden hacer mucho daño en el caso de parejas en las cuales uno de ellos tiene rasgos de psicopatía. Por alguna razón le tratan como a alguien normal no como a un psicópata y esto incluye dar por supuesto que siente, que tiene culpabilidad, etc. En la relación con un psicópata se crea un vinculo de enganche en la otra parte de la pareja. A menudo he oido cosas de psicólogos del tipo de " estas o sigues ahí porque quieres y lo has decidido". Qué ven ellos en el psicópata? lo que bien sabe imitar o mostrar: una persona amable, tranquila, que no se desquicia , sincera, correcta....cuando en realidad es mentiroso, manipulador, carente de empatía o sentimientos, sádico, embaucador...Qué ven en la victima del psicópata? una persona desquiciada, desequilibrada, agotada, descentrada, anulada y depresiva. Conclusión: el problema es la victima.
Una psicóloga me dijo una vez cuando le dije que mentía que ella no era un policia, que se tenia que basar en lo que su paciente le decía. Le diagnosticaron de mil cosas, exceso de culpabilidad, personalidad evasiva, educación erronea... pero casualmente todas las reacciones que decian tendría ninguna coincidía....
Entre en una voragine en la que era tan manipulador que cuando me manipulaba , mentia hasta la muerte con algo y me culpaba por no creerle (llegando a llorar o romper puertas de la rabia porque "yo no le creia") , aun sabiendo, intuyendo que era mentira, buscaba las pruebas porque en ese momento sabes que si no es así, si no tienes una prueba , por muy claro que lo veas acabará llevandote a su terreno, acabaras creyendole, estas sumamente vulnerable. La causa de la mentira ya me daba igual, solo quería que no siguiera manipulandome, jugando. Los psicólogos por supuesto eso lo veían como algo ilicito, y que ademas le haría a él sentirse peor. "Tu no puedes comprobar", me decían , debes de fiarte de tu intuición. Qué intuición? en ese momento estas tan manipulada que ya no sabes quien eres, que piensas y mucho menos que intuyes.... Me sentía fatal por comprobar cosas, me sentí muy culpable por eso. Creo que él disfrutaba viendome hacer eso porque si mil veces le supliqué que no me manipulara,que me daba igual ya si mentía o sobre lo que mintiera pero que no jugara conmigo.. recuerdo verdaderas torturas psicólogicas, y me recuerdo a mi misma con la cabeza como si me fuera a estallar despues de esas "conversaciones". Sin embargo cuanto mas le pedias que no podías mas , más seguía jugando al gato y al ratón.
A día de hoy me pregunto quien me hizo más daño realmente, si él o los psicólogos a los que acudi cuando intentaba saber en que embrollo estaba metida (desconocía todo sobre la psicopatía solo sabia que algo era diferente en él , no cuadraba nada y cada día yo estaba peor y peor) y cuando necesitaba ayuda para salir de él.

Anónimo dijo...

Hola. Estoy en pleno periodo de aflorar penas profundas a causa del dolor de haber crecido en una familia narcisista. Me hace mucha falta la confianza, las caricias, que lamentablemente muy poca gente está dispuesta a dar. Encontré una página muy linda que complementa con esta, para sanar:

planocreativo.wordpress.com

Me gustaria mandarte un abrazo y mucho cariño a ti que lees, somos muchos como tu, no estas solo, viniste al mundo porque el mundo te llamó, eres necesario, y querido por la naturaleza. Por favor siente el abrazo del aire, el cariño de tus propios organos y celulas, que estan orgullosos de ti (a pesar de todas las confusiones guardadas en el cerebro).

Que seas cada vez más feliz

Muchos Cariños

Amanda1010 dijo...

Vivo con un psicópata, actualmente no me maltrata psicológicamente, pero no sé cuánto durará esta situación, dependerá del tiempo que yo me mantenga dándole la razón. Quiero seguir siendo fuerte, no sufrir y no dejarme manipular nunca más. Es muy difícil mi situación pero hoy me siento con fuerzas, por mis hijos.

Anónimo dijo...

A los pocos meses de intimar con un narcisista me busque un psicólogo....Me sentía mal, mal por la relación con ese 'hombre'. Pero no podía expresar en palabras lo que me ocurría. Incluso delante de la psicóloga, aun siendo mujer como yo,me avergonzaba de decir lo que yo sentía; que se aprovechaba de mi, que me faltaba al respeto, que me sentía utilizada...era incapaz de hablar-lo. Nunca había leído o escuchado la definición en palabras de este tipo de personas, de esta tipo logia de seres. Así que seguí la relación con el 'narciso', busque a otra terapeuta entremedio...la deje. Perdí cuatro años entre un psicópata y dos terapeutas. Por fin encontré algo buenísimo para mi. UN ARTICULO EN EL PERIÓDICO DE UNA ENTREVISTA A MARY FRANCE HIRIGOYEN,fue el inicio de mi comprensión en palabras, de lo que me pasaba, A raíz de ahí empece a leer un libro suyo, a regalárselo a algunas amigas...a llegar a este blog, y a leerlo y releerlo muy a menudo. Me ayuda a mantenerme lejos de algunos psicópatas. Gracias por estar